Las calles son para los peatones, las carreteras para
los coches
Los periódicos publicaron hace
unos meses que al menos tres personas fueron atropelladas en la calle Miguel
Iscar por autobuses del transporte urbano. Los tres atropellos tuvieron lugar
en mayo del 2010, noviembre de 2013 y en enero del 2014. En todos los casos los
peatones, con edades entre los 60 y los 80 años, cruzaron por la mitad de la
calle Miguel Iscar en lugares que no estaban señalizados como paso peatonal. Cruzaron
por zonas no autorizadas, sin respetar los pasos que están dispuestos por el
Ayuntamiento a los dos extremos de la calle. En el primer caso el resultado del
atropello fue la muerte del peatón. Quizás alguien piense que los culpables son
los peatones, por cruzar en zonas no reglamentarias. Sin embargo, hay razones
para pensar que los atropellos están provocados parcialmente por el mal diseño
de la calle. Se trata de una calle en la cual la mayor parte del tráfico se
produce en la dirección plaza de España - plaza de Zorrilla, con tres carriles,
y solo hay un carril de uso exclusivo de los autobuses de transporte urbano en
la dirección contraria, desde la plaza de Zorrilla a la plaza de España. Muchos
peatones interpretan que hay tráfico en un solo sentido y cruzan sin mirar hacia
el otro lado, pues no esperan la llegada de un autobús desde esa dirección. El
peatón analiza la calle y ante la falta de señales visuales suficientes que
permitan entender que se trata de una calle de dos sentidos, cruza sin mirar, o
más exactamente, cruza mirando solo a un lado. A esto hay que añadir que los
autobuses urbanos suelen tener el motor en la parte trasera y su llegada es
menos ruidosa que la de otros vehículos. Es decir, la calle está diseñada sin
entender que mucha gente va a interpretar mal su disposición. Además no se
avisa con suficiente claridad sobre la excepcionalidad del carril del autobús.
Seguramente fueron estos accidentes graves, (con la
muerte de uno de los peatones y con importantes daños corporales producidos a
los otros dos accidentados, especialmente golpes en la cabeza, que requirieron
hospitalización), los que hicieron pensar al Ayuntamiento de Valladolid que
algo estaba mal. Su respuesta fue la colocación de una barrera metálica que
impidiese a los peatones cruzar la calle de forma inadecuada. La respuesta es
muy significativa y nos ilustra sobre la forma que tiene el Ayuntamiento de
pensar sobre el tráfico en nuestra ciudad. El Ayuntamiento entiende las calles
como si fueran carreteras, al servicio del coche y se empeña en separar radicalmente
los dos tráficos. No entiende la diferencia que hay entre una calle, al
servicio del peatón, y una carretera, donde manda el coche. Y en función de esa
falta de entendimiento para el Ayuntamiento el peatón ha de adaptarse a las
necesidades del tráfico rodado, inclusive en las calles más concurridas de la
ciudad.
De manera que en todo el
centro de la ciudad podemos observar la materialización de ese pensamiento con una
división exagerada entre el tráfico rodado y el peatonal, privilegiando al
coche y animándole a circular con mayor velocidad. Para ello el Ayuntamiento utiliza
los semáforos, las vallas y altos bordillos. Los semáforos abundan en nuestras
calles y como muestra un botón: véase la calle Duque de la Victoria en su encuentro
con Constitución. Los peatones se ven obligados muchas veces a cambiar de acera
para cruzar, pues el diseño del cruce no autoriza al peatón todos los
movimientos y le obliga a realizar rodeos. Al mismo tiempo los semáforos obligan
a los peatones a esperar aunque no vengan coches, varios semáforos en un solo
cruce, lo que es algo muy frecuente y desesperante para los peatones apurados. En
Valladolid sobran semáforos. Pero como el peatón se cansa de esperar y
finalmente cruza por el sitio más cómodo para él, el Ayuntamiento coloca vallas
metálicas.
El Ayuntamiento, ya venía
utilizando con profusión las vallas metálicas fijas, pero nunca había colocado
una tan larga como la de la calle Miguel Iscar. Es previsible que en breve se
pongan también barreras en la
Avenida de Salamanca, pues los pasos peatonales autorizados
están muy alejados unos de otros en esa avenida (unos 250 metros ) y los padres
que llevan sus niños a los colegios de la zona atraviesan por la mitad de la
calle, sin respetar los pasos que el Ayuntamiento ha colocado. En esta avenida
el cruce de los peatones por áreas no autorizadas es tan frecuente y el acuerdo
de los transeúntes tan mayoritario que los jardines tienen ya un camino en los
que la hierba no crece a causa del elevado tránsito que existe en los cruces
ilegales, a pesar de los esfuerzos de los jardineros municipales por resembrar
el césped y obstaculizar los pasos a través de los setos con alambres. Pero el
Ayuntamiento trabaja para convertir en una carretera la Avenida de Salamanca, (y
el túnel ha sido un paso verdaderamente importante en esa dirección). En otros
casos el Ayuntamiento ha decidido poner una barrera oculta en el seto de la
mediana, generando más peligro del que evita, como es el caso de la Avenida de Isabel La Católica. ¡Con lo eficaz
y barato que sería un paso de cebra!
¿Por qué no se dan esos
accidentes en la plaza Mayor, donde están circulando todo el día autobuses
urbanos, también en un carril de uso exclusivo, en una de las zonas más concurridas
de peatones, como es el encuentro de la calle Santiago y la plaza Mayor? El
Ayuntamiento debería reflexionar sobre ello.
Se dice habitualmente que los que diseñan las
calles en los despachos municipales suele ser profesionales, con un potente coche,
que miran la ciudad detrás del parabrisas, y que no es por ignorancia,
sencillamente ellos ven el mundo desde otro sitio. No obstante, bastante más de
la mitad de todos los trayectos que hace la gente en Valladolid se hacen
andando. El Ayuntamiento debería entender que es para el peatón (y los
ciclistas) para el que hay que diseñar las calles y el camino que debe seguir
es reducir la velocidad de los coches en las calles y para ello poner más
dificultades al coche, en lugar de favorecerlo.
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